lunes, enero 24, 2005

Convencion de Curas Chismosos

En algún lugar del mundo se celebraba una convención de curas católicos y el tema central de todas las conferencias hacía referencia a la veracidad, a la sinceridad, a no decir nunca mentiras así le costara la propia vida, etc. como los valores fundamentales de todo buen sacerdote.

En uno de los recesos se reunieron cuatro curitas y se pusieron a conversar y tocaron el tema de la sinceridad y dijeron que aprovechando este encuentro para conocerse e intercambiar deberían hacer un ejercicio de confesión muy sincero de la debilidad guardada que cada uno tuviera; a renglón seguido uno de los clérigos dijo:

mi debilidad siempre han sido las mujeres cuarentonas y cuando vienen a confesarse viejas así, pero que estén bien conservaditas, sabrositas y todavía jugositas, me emociono y se lo voy pidiendo de una. Pues mis queridos sacerdotes, muchas veces me han resultado mis buenos polvos y que Dios me perdone, pero esto, aparte de ser mi gran debilidad ha sido el motivo de mis grandes felicidades en esta vida, y la he pasado sabroso.

decía el cura mientras sacaba la lengua y se la restregaba en su labio superior de izquierda a derecha al tiempo que cerraba sus ojillos de borrego dormido.

¡Uy! Exclamaban los otros curas !

En mi caso-, apuraba a decir el segundo cura,
mi debilidad son las nenas de los quince a los veinte años, pues resulta que cuando vienen a confesarse culicagadas que ya están apuntando a señoritas, pero que estén ya hechitas y a punto de madurez y que viene con sus minifalditas altas y mostrando esas deliciosas piernas como un par de botellas llenas de erotismo, a mi se me para y no puedo resistirme y de una vez les voy echando mano a esas teticas ricas, se lo pido y me las llevo a la sacristía y allá me las como y muéranse de la envidia ustedes mis queridos colegas, si les contara las bellezas que me he comido, unas nenotas ricas, jugositas, deliciosas.... ¡aaahhh! –

decía el cura chapándose el dedo índice de su mano derecha mientras cerraba sus ojos con lascivia
¡Ah carajo!, atinaron a decir sus interlocutores mientras se miraban los unos a los otros,

El tercer curita era un anciano de cabellos blancos de mirada fuerte, nariz aguileña y fruncido el seño, muy serio él y quién se negaba a contar su caso, arguyendo que le parecía grotesco lo que acaba de oír, sus compañeros le insistieron tanto hasta que él aceptó a contar lo suyo, pero con la aclaración que eso era algo del pasado, dicho lo anterior y con voz muy baja, que casi no se le oía empezó diciendo que su debilidad eran los varones jóvenes,

a mí me enloquecen esos muchachotes de quince a veinte años que vienen a confesarse con sus pantaloncitos apretados dejando ver sus nalguitas paradas, yo me emociono incontroladamente y les voy echando a mano al culito y a veces me resulta que el muchacho resulta medio amariconado y me lo llevó para la sacristía y allá me lo como bien rico, y no quiero hablar más

dijo el cura; y apretando fuertemente los párpados, posó sus manos a la altura de su ingle y se dio tres golpes, con la cabeza levantada hacia el cielo, como quién se da tres golpes de pecho, mientras repetía perdón señor, perdón señor.....

El ultimo cura del cuento dijo:
miren señores, mi debilidad es el chisme y ahora mismo me voy para donde el Obispo a contarle lo que de ustedes he oído.

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